La frontera a Ecuador en el puente internacional de Rumichaca resultó ser una frontera abierta. Hay oficinas fronterizas a ambos lados del puente (una en el lado colombiano para sellar la salida y otra en el lado ecuatoriano para sellar la entrada) pero en realidad cualquiera puede cruzar libremente el puente sin hacer este trámite y no hay policía en el puente inspeccionando los pasaportes de quienes cruzan. Sospeché que los que comercian a un lado y otro de la frontera cruzan a diario sin registrar su paso.
Era un domingo y las casas de cambio andaban cerradas, así que antes de cruzar el puente compré unos cuantos dólares a alguien que vendía en la calle. No me atreví a comprar más porque no me daba mucha confianza el vendedor y aparte mi experiencia manejando dólares no es mucha. Sentía que podía terminar comprando billetes de "Tío Rico" (la versión colombiana del juego Monopoly que muchos jugamos de niños en mi país).
Al registrar el ingreso tuvimos que hacer la fila 2 veces: Nos hacía falta llenar un formato con nuestros datos. Aparte de esto el registro de ingreso se hizo sin problemas y nunca me pidieron la impresión del "pasado judicial" que llevaba en mi bolsillo. Caí en cuenta que era la primera vez que cruzaba una frontera internacional terrestre. La sensación es un poco distinta: Un poco menos rutinaria pero igual sigue despertando algo de ansiedad. El número creciente de sellos en mi pasaporte me hace sentir con más confianza cada vez que paso por uns oficina de inmigración.
Un soldado ecuatoriano me indicó donde podía comprar dólares. Era la primera de muchas veces en que me iba a sorprender lo amables que son los ecuatorianos y cómo dedican un buen tiempo para explicar sin afán y con detalles cómo puedes llegar a algún lugar. Como lo temía, al otro lado de la frontera el dolar era un poco más costoso, pero en compensación era un sitio más seguro y la niña que los vendía revisó que los dólares que había comprado antes no fueran falsos y de paso me explicó cómo identificar los billetes verdaderos.
Una vez aprovisionados de dinero y agua buscamos los buses. El hambre apremiaba y tomamos rápido un bus a Tulcán para buscar almuerzo allí.
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