Desde aquí tengo compañero de viaje para rodar unos kilómetros: Daniel, un venezolano que viene desde Bogotá y viaja hasta Bolivia y que quiere echar un vistazo al famoso Santuario de las Lajas.
Al lugar se llega en 5 minutos en un taxi compartido y después caminando como 1 km por un camino con escaleras, flanqueado por tiendas de souvenirs religiosos, al final del cual se nos revela una iglesia bastante gótica, ubicada en el cañón de un río, que se ve imponente al acercarse a los cimientos, y que registra muy bien en las fotos.
Advierto que así no entren a la iglesia serán asechados por la voz del cura haciendo la misa y cantando como loco a través de potentes altavoces que llenan de ruido todo el cañón. Le comento a mi compañero que los curas son un poco rockstars y no escatiman watts de sonido, pero después de ver el pequeño museo que tienen en el sótano, en el que hay poco o nada por ver y al que -por supuesto- cobran la entrada, recuerdo que son ante todo buenos negociantes.
Para la muestra un Santuario.
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